Ser abogada ha sido uno de los privilegios más grandes que he tenido. En la facultad nos regalaron el Decálogo del Abogado, en el que se dice que, “el abogado que no estudia es cada día menos abogado”, jamás dejamos de ser estudiantes. Sí, ese estudiante, que se asombra, que investiga, que tiene hambre de más, ése que lucha a diario con la interpretación del Derecho y al releer la norma, encuentra cosas nuevas y visiones diferentes.

El abogado de hoy, de ayer y de siempre, es y será, un amante del Derecho, por el que da su vida. Es celoso en su ejercicio y sólo nos quiere para él, nos absorbe, conquista y enamora cada día. Pero, si a eso le añadimos el ser juez, entonces, la pasión se multiplica, porque el ejercicio de la judicatura no podría describirla con las palabras, sólo con el corazón.

Si eres juez, entonces, sabrás que la justicia tiene mil rostros, en ellos encuentras a tu padre, a tu madre, al esposo, a los hijos, al vecino, al transeúnte, pero los más importante, a ti mismo en cada rostro, entonces… como a ti mismo no puedes mentirte, dirás el Derecho con verdad. Ser abogada, en esta época es objetivizar la fe en las instituciones, en mi país, en el ser humano; es saber que la Diosa de la Justicia existe y subsiste cada vez que un Juez dice el Derecho.

• Licenciada y Doctora en Derecho por la Universidad Autónoma de Querétaro.
• Maestría en Educación con Especialidad en Docencia.
• Diplomado en Derecho Electoral y Especialista en Justicia Electoral.

• Miembro de la Escuela Fletcher, por la Universidad Tufts en Boston, Massachusetts, como parte del programa comparativo de sistemas penales acusatorios Colombia, Chile, Estados Unidos y México.
• En noviembre de 2017, la CONATRIB la nombró Coordinadora de la Red Nacional del Sistema Integral de Justicia Penal.